Publicado en: jueves 30, enero, 2025
Charla a cargo del Ing. Javier Jiménez Espriú, Presidente de la Fundación Javier Barros Sierra.
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“INCERTIDUMBRE Y PROSPECTIVA”
La Fundación Javier Barros Sierra, Asociación Civil, no lucrativa, surge en 1975, como un centro de estudios prospectivos, por la decisión de un grupo de mexicanos visionarios, convencidos de que otear el futuro a largo plazo, ofrecía grandes posibilidades para diseñar el camino que llevara a nuestro país a mejores estadios de bienestar.
Con la aportación del Doctor Emilio Rosemblueth, del monto del “Premio de Ciencias Luis Elizondo 1973”, que obtuvo por sus indudables méritos científicos, se sembró la semilla que dio como resultado el árbol que este año conmemora su cincuentenario, y que fue la primera institución de prospectiva de América Latina.
Para conmemorar esta trascendental efeméride, iniciamos con esta charla introductoria, ante la coyuntura que vive el mundo y particularmente la de nuestro país, llena de complejas incertidumbres, un ciclo anual de pláticas mensuales sobre la importancia de la prospectiva en general, y particularmente en sectores estratégicos para el desarrollo de México.
Nuestra misión, es la de convocar a las mentes más lúcidas a analizar las posibilidades del futuro y ofrecer a los responsables de las decisiones estratégicas, sean públicas o privadas, escenarios que orienten las acciones a desarrollar en el futuro que se inicia hoy.
Hace ya algunos años, varios años ya, -todavía en el siglo pasado- y la notación la señalo con preocupación, porque varias décadas después siguen siendo válidas las viejas inquietudes, continúan muchas preguntas sin respuesta y problemas severos siguen ya no sólo sin solución, sino algunos sin atenuación o incluso agravados.
Hace ya algunos unos años, decía, al inicio de un ejercicio intelectual sin ataduras organizado por el Centro de Estudios Prospectivos de esta Fundación Javier Barros Sierra, A.C., con la misma intención que hoy, de trazar líneas para diseñar mejor nuestro futuro, señalaba lo siguiente:
“Hablo de diseñar, porque nuestro interés en la prospectiva y la razón de nuestro Centro descansan en la convicción de que el futuro depende de nuestras acciones de ayer y de hoy, y que éstas deben obedecer a decisiones informadas, analizadas, razonadas, para lograr nuestro futuro deseado; porque estamos persuadidos de que el futuro debe ser, dentro de los posibles, el más cercano a nuestros deseos y no el resultado de lo inexorable, de la ignorancia o de la improvisación.
Pretendemos que el diálogo que establecen las participaciones aquí reunidas sea, precisamente en este momento de la vida nacional, un evento portador de futuro, punto de reunión de hombres y mujeres inteligentes y comprometidos con sus congéneres.
Pretendemos también sacudir las conciencias de quienes, en los puestos de decisión, deben estar claros de que las soluciones de los problemas de México, graves, lacerantes algunos, no son, lamentablemente, de corto plazo; que sólo se lograrán en el largo camino de los lustros y que sólo serán válidas si parten de análisis inteligentes y profundos. La intención es convencer, también, de que el estudio de los futuros no debe dirigirnos solamente a la solución de los problemas de hoy, sino a la definición de nuevos paradigmas, al planteamiento de nuevas opciones, al reencuentro tal vez, de valores ya empolvados en el desván de la memoria”.
“La prospectiva nos permite definir el deseo presente del futuro deseado”
Esto es, debemos imaginar lo que quisieramos como metas, pero también las circunstancias, los escollos y las oportunidades del camino que imaginamos para conseguirlas, así como las consecuencias mediatas e imnediatas, satisfactorias o insatisfactorias de las posibles acciones a emprender. Un ejercicio intelectual de enormes retos y que se hace cada vez más complejo, tanto por la natural dificultad de otear un horizonte lejano, como por la vorágine de complicaciones que surgen a diario, sea en una localidad, en una región o en el conjunto de las sociedades y que interactuan sin respetar ideologías, culturas, fronteras, razas, religiones.
Nuestra reflexión sobre los estudios de futuros quiere centrarse en las posibilidades de las sociedades para enfrentar los retos del porvenir, para atender o provocar los cambios requeridos, para administrar los riesgos y la incertidumbre de un mundo cada vez más complejo, para discutir colectivamente sobre las tendencias que parecen orientar los pasos de la humanidad, sobre los temas que hoy convocan al análisis del mañana, sobre las grandes contradicciones que parecen bloquear nuestras hipótesis y nuestros deseos, y sobre las aparentes paradojas que oponen a las sociedades actuales, que las diferencian, las antagonizan, las separan, las aislan, las ignoran o las proscriben, o sobre los temas que, por el contrario, las unen, las fraternizan, las hermanan.
No siendo experto en prospectiva, pero ferviente creyente en sus bondades y en sus asideros, en lo que sigue me remito al pasado remoto, convencido de que hoy es el futuro de diversos ayeres; que olvidar lo trascendente ⎯que es lo mismo que ignorar la historia—, conduce a situaciones aberrantes; que nunca debe hablarse del futuro sin referencias pretéritas y que la historia es herramienta fundamental de la prospectiva.
¿Podría acaso la soberbia hacernos imaginar capaces de trastocar la herencia milenaria de las civilizaciones precedentes, de siglos y siglos de pruebas y errores, de acumulación de experiencias y conocimientos, de éxitos y fracasos de tantas generaciones? Sería lógico pensar que no; sin embargo, diversos acontecimientos sugerirían lo contrario.
“El futuro -decía John Mc Hale-, es un símbolo a través del cual ordenamos el presente y le damos significado al pasado”.
Pareciera que a veces no se entiende o no se conoce el significado de las palabras de Torres Bodet cuando inquiere:
¿Quién dice que el recuerdo sabe más que el olvido? ¡En el fruto que muerdo, todo un bosque está herido!
Pareciera que a veces no se entiende o no se conoce, tampoco, la historia misma de la humanidad, de las naciones, de los grupos sociales, de las etnias, incluso la historia individual, lo que nos hace tropezar a menudo con la misma piedra.
El olvido o la ignorancia, sin embargo, no anulan lo que se ignora u olvida, ni exculpan a quienes debieran saber y recordar.
“El futuro es consecuencia de las decisiones o las indecisiones de ayer y de hoy”.
Evoquemos algunos eventos de la historia de la humanidad, todos portadores de futuro, evidentes y hasta hoy permanentes, como puntos de referencia, como asideros históricos enraizados en la perennidad y que se refieren a los ocho elementos de la civilización de cuya consideración integral no puede escaparse diseño alguno de futuro, abordado con seriedad. Para ello, recurro a una traducción libre del capítulo «Nuestra herencia oriental», de la Crónica de la civilización de Will Durant a la que agrego algunas referencias del pasado de nuestro cercado propio.
“Si nos referimos al trabajo, elemento primario de la civilización, es de Egipto y Asia que conocemos el más antiguo cultivo de la tierra, los sistemas de irrigación, y la producción de vino, cerveza y té. La ingeniería y la artesanía estaban más desarrolladas en Egipto antes de Moisés que en Europa antes de Voltaire; con Sargón aparecen las construcciones con tabique; de Elam heredamos la rueda; los tejidos y el vidrio de Egipto; y la seda y la pólvora de China. El caballo llegó a Europa del centro de Asia; los fenicios circunnavegaron África antes de la era de Pericles y los chinos inventaron el compás. En Sumeria nacieron el primer contrato de negocios, el primer sistema de crédito y el uso del oro y de la plata como estándares de valor; y en China se realizó el milagro de aceptar papel en lugar de oro o plata.
El segundo elemento de la civilización es el gobierno: la organización y la protección de la vida y la sociedad a través del clan y la familia, la ley y el estado. La aldea apareció en la India, y la ciudad-estado en Sumeria y Asiria. Egipto estableció el censo y los impuestos y mantuvo la paz interna durante siglos, con un modelo de fuerza mínima. Ur-Engur y Hammurabi formularon grandes códigos de leyes y Darío organizó uno de los imperios mejor administrados en los anales del gobierno.
El tercer elemento de la civilización es la moral: costumbres y hábitos, conciencia y caridad, las leyes del espíritu, en fin, del sentido de lo bueno y lo malo, el orden y la disciplina del deseo, sin lo cual la sociedad se desintegra en lo individual y cancela cualquier estado coherente. La cortesía viene de las cortes de Egipto, Mesopotamia y Persia. La monogamia apareció en Egipto. Allí se originó también el primer grito por la justicia social, y en Judea la primera exhortación por la hermandad humana y la primera formulación de la conciencia moral de la humanidad.
El cuarto elemento de la civilización es la religión: el uso de la creencia del hombre en lo sobrenatural para el consuelo del sufrimiento, la superación del carácter y el fortalecimiento del instinto social y del orden. En Sumeria, Babilonia y Judea nacieron los más caros mitos y tradiciones religiosos; en Oriente, las historias de la Creación y el Diluvio, la Caída y la Redención del hombre, y de María, madre de Cristo. En Palestina nació el monoteísmo, y la más sola, humilde e impresionante figura de la historia.
El quinto elemento de la civilización es la ciencia: visión clara, registros exactos, pruebas imparciales y lenta acumulación del conocimiento, suficiente para generar predicción y control. Egipto desarrolló la aritmética y la geometría y estableció el calendario; los sacerdotes y los físicos egipcios practicaron la medicina, exploraron enigmáticamente las enfermedades, realizaron cientos de operaciones quirúrgicas y anticiparon algo del juramento hipocrático.
Babilonia estudió las estrellas y las cartas del Zodiaco; nos legó la división del mes en cuatro semanas, del reloj en 12 horas, de la hora en 60 minutos y del minuto en 60 segundos. India nos transmitió a través de los árabes sus números simples y sus mágicos decimales y enseñó a Europa las sutilezas del hipnotismo y la técnica de la vacunación.
El sexto elemento de la civilización es la filosofía: el intento del hombre de capturar algo de esa perspectiva total que en su modesto intervalo sabe que sólo el Infinito puede poseer; el valiente y desesperado cuestionamiento de las causas primigenias de las cosas y su significado final; la consideración de la verdad y la belleza, de la virtud y la justicia, del hombre y el estado ideales. Todo esto apareció en Oriente poco antes que en Europa: los egipcios y los babilonios ponderaron la naturaleza humana y el destino, y los judíos escribieron comentarios inmortales sobre la vida y la muerte, cuando Europa aún se debatía en el barbarismo; los hindúes usaron la lógica y la epistemología, al tiempo que Parménides y Zeno de Ebea, y a través de los Upanishads incursionaron en la metafísica, y Buda propuso una muy avanzada psicología algunos siglos antes que Sócrates. Y si la India fundió filosofía en religión y no logró emancipar la razón de la esperanza, China secularizó decididamente sus pensamientos y produjo, también antes de Sócrates, un pensador cuya sobria sabiduría no necesita cambio alguno para ser guía de nuestra vida contemporánea e inspiración de aquellos que gobiernan honorablemente a las naciones.
El séptimo elemento de la civilización son las letras: la transmisión del lenguaje, la educación de la juventud, el desarrollo de la escritura, la creación de poesía y drama, el estímulo de la novela y el recuerdo escrito de las cosas pasadas. Las más antiguas escuelas conocidas son las de Egipto y Mesopotamia, ambas de gobierno. De Asia aparentemente viene la escritura; de Egipto el alfabeto, el papel y la tinta; de China la imprenta. Los babionios parecen haber compilado las primeras bibliotecas y quizá las universidades de la India precedan a la Academia de Platón. Los asirios transformaron la crónica en historia; los egipcios impulsaron la historia hacia la épica; y el Medio Oriente dio al mundo moderno esas formas delicadas de poesía de sutiles imágenes momentáneas. Nabonidus y Asurbanipal, exhumados por arqueólogos, a su vez fueron arqueólogos, y algunos de los cuentos que aún entretienen a nuestros hijos y nietos provienen de la antigua India.
El octavo elemento de la civilización es el arte: el embellecimiento de la vida con color, ritmo y forma. En su aspecto más simple, el adorno del cuerpo, los vestuarios elegantes, la joyería exquisita y los cosméticos escandalosos retratan las primeras épocas de las civilizaciones egipcia, sumeria e hindú. Los finos muebles, la cerámica, la talla de la madera y el marfil llenan las tumbas egipcias. Seguramente los griegos aprendieron algo de sus habilidades para la escultura, la arquitectura, la pintura y el bajo relieve no sólo de Asia y Creta, sino de las obras maestras de su tiempo que todavía brillan en el espejo del Nilo. De Egipto y Mesopotamia Grecia tomó los modelos para sus columnas dóricas y jónicas; de esas mismas tierras nos llegaron no sólo la columna, sino el arco, la bóveda y el domo; y los ziggurats del antiguo cercano Oriente han tenido enorme influencia en la actual arquitectura americana. La pintura china y los impresos japoneses cambiaron el tono y la corriente del arte europeo del siglo 19, y la porcelana china logró una nueva perfección que Europa emularía. El sobrio esplendor de los cantos gregorianos se remonta a los cantos atormentados de los exiliados judíos escondidos temerosos en ocultas sinagogas”.
Hasta aquí la cita de Durant. Me he referido a Oriente y a la Antigüedad, a lo que de ahí heredamos de hace 2, 3 o 5 milenios, para subrayar lo infinitamente pequeño que es lo que los hombres modernos llamamos con osadía el largo plazo, y porque los hombres lo llamaron, con sensibilidad, «oriente», punto de orientación. ¿Conciencia o premonición?
No desconozco la importancia de lo que ha seguido, ni obviamente de lo que a nosotros nos ha correspondido y corresponde hacer, pero cuando uno se propone lanzarse a navegar en el mar proceloso del futuro, vale la pena revisar que el faro orientador esté encendido, por lo que considero de igual trascendencia, eventos portadores de futuro de nuestro cercado propio.
Me refiero brevemente a algunos:
Baste mencionar a manera de ejemplo, que la construcción teotihuacana es contemporanea a la de la muralla china, la edificación de Uxmal, anterior a la Mezquita de Córdoba o que los murales del Giotto, considerados el inicio de la pintura narrativa y expresiva son siete siglos posteriores a los de Bonampak.
“Más de 2000 años de tradición astronómica y matemática y la construcción de más de 1000 observatorios astronómicos. El cálculo de la duración del año, que difiere sólo dos diez milésimas del computo actual.
Relojes cósmicos de piedra; el desarrollo de un modelo matemático del mundo. La concepción del cero, ausente en el conocimiento de griegos y romanos.
El desarrollo de un sistema numérico propio.
Edzná (800/900 d.C.); el Tajín (500/800 d.C.); Uxmal (550/900 d.C.); Kabah (700/900 d.C.); Tula (1000 d.C.); Chichen Itzá (950/1200 d.C.); Palenque (800/850 d.C.); Tulum (1000/12000 d.C.); Mitla (1000/1200 d.C.), son vestigios notables de vivienda, de hidráulica, para el estudio de la astronomía, la práctica de los deportes, construcciones con perfección geométrica y matemática, uso de materiales y técnicas constructivas con ingenio y arte, ciudades y sistemas de ciudades extraordinarias de vivos y de muertos, de humanos y de dioses, cunas de nuestras cuturas originarias, en las que incorporaban el arte -la pintura y la escultura- y una clara concepción de la organización social, la religiosa y la de gobierno y las invenciones tecnológicas como la prefabricación del ladrillo cocido, son sin duda eventos forjadores de futuro, que se desarrollaron en nuestro territorio, entre los siglos V y XII.
Tenochtitlan (1350 d.C.) “en mitad de la laguna, se asienta la metripoli como una inmensa flor de piedra -en palabras de Alfonso Reyes”. La construcción en el lecho del lago, el Templo Mayor, las colosales pirámides, el albarradón de Nezahualcoyotl, el acueducto de Chapultepac, los juegos de pelota, los diques calzada, los caminos mayas, las plazas extraordinarias, los centros ceremoniales, los murales y las esculturas públicas en las edificaciones; los sistemas hidráulicos, lo son también.
El aprovechamiento de recursos minerales -así como el aislamiento del cloruro y el bicarbonato de sodio-; sus tecnologías para la extracción aleación y fundición de metales para herramientas o joyas; sus técnicas textiles, sus telares de cintura y vara; sus tintes y colorantes, sus fertilizantes y abonos de la época pre-cortesiana, son igualmente eventos portadores de futuro.
U otros ya cercanos, brincándonos en obvio de tiempo los que se dieron entre la Conquista y la Revolución, aunque naturalmente sin desconocerlos y considerándolos, así como los más recientes o los actuales, para evitar la tentación de la polémica soble sus virtudes o sus efectos nocivos y sólo a manera de ejemplo, como: la promulgación de la Constitución General de la República, la creación de la Comisión Nacional de Caminos, la de la Comisión Nacional de Irrigación, la del Banco de México, la Nacionalización del Petróleo, la Autonomía de la Universidad Nacional, la creación del Instituto Politécnico Nacional, la creacción del Instituto Mexicano del Seguro Social o la construción de la Ciudad Universitaria, la aceptación legal del voto de las mujeres, la despenalización del aborto o el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.
La conciencia de que cada acción de los humanos afecta, para bien o para mal la vida de las sociedades desde el momento de su ejecución y en el futuro de la generación que las provoca y de las generaciones siguientes, sin límite en el tiempo, exije necesariamente a la reflexión profunda.
Por eso, ante la dinámica de las sociedades y ante las necesidades de los cambios por los cambios de las necesidades, insisto en la obligación del análisis serio, la imprescindible abolición de la simulación, el peligro de la autocomplacencia y el autoengaño, y las consecuencias de la omisión o la soberbia. Y, ante todo, en el grave peligro de la improvisación, esa mágica virtud que tantas veces nos identifica y que ante el vértigo de la realidad ha dejado de ser virtud y ha perdido su magia.
No podemos imaginar proyectar o diseñar un futuro sin abarcar todos los elementos de la civilización y la cultura y todas las aspiraciones y los sentimientos de los hombres y mujeres, que de ellos emanan: libertad, justicia, equidad y democracia, y sus valores implícitos: amor, patria, familia, ética, honestidad.
Lo señalo porque pareciera que, en lugar de análisis prospectivos, a menudo hacemos consideraciones despectivas. “La despectiva” sería así, contrario sensu de la prospectiva, la técnica de toma de decisiones para resolver problemas del corto plazo improvisadamente, sin información válida, sin medir efectos y consecuencias, con fines distintos de los del problema en sí, y tomando con ligereza cuestiones sustantivas que parten del alma de los pueblos, de sus necesidades fundamentales o de los valores más caros al individuo. No pocas decisiones -todos conocemos algunas- que han afectado a las sociedades modernas se han apoyado en la “despectiva”.
Son muchas y graves las consecuencias, hoy evidentes, de decisiones o indecisiones —que al fin tan grave es decidir sin saber, como saber sin decidir— que deben hacernos considerar la importancia de la seriedad del camino de la reflexión sobre el porvenir.
¿O es que nada dicen en este enfrentamiento con realidades que a veces nos negamos a ver, las perplejas miradas de niños, mujeres, viejos y jóvenes de Haití́, las caravanas de inmigrantes o el bloqueo a Cuba? ¿No conviene revisar con fines prospectivos, a partir de análisis de retrospección, la caída del Muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y los diálogos de la Reunión de Río? ¿No hay lecciones de historia sintetizadas en nuestro conflicto chiapaneco y en la guerra de Ucrania? ¿No son llamadas de atención el movimiento del 68 o la desaparicion de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el aumento de la drogadicción entre los jóvenes y el feminicidio? ¿No son indicadores relevantes la proliferación de las iglesias, el encono racial, la delincuencia juvenil y el crimen organizado? ¿No siguen siendo eventos portadores de futuro la guerra de Vietnam, el holocausto judío y la situación en Gaza? ¿No hemos agotado a menudo nuestras fuerzas atacando síntomas sin conocer las causas del problema? ¿Podemos, en este mundo de contrastes y contradicciones, hablar de un modelo universal de futuro? ¿Es válida para todos la misma oferta de porvenir? ¿Es transitable para todos el siglo XXI que se pregona como el del ingreso a la modernidad? ¿o el túnel de la historia conducirá en definitiva a muchos conglomerados a una cuenta regresiva?
La carrera hacia la aldea global, el desarrollo sustentable y el libre mercado que todo lo acomoda, decididos como actos de fe ¿son viables para todos? ¿los del norte, los del sur, los del este, los del oeste? ¿son la solución de la marginación y la inequidad que ahogan a las sociedades, sean la mundial o la de naciones como la nuestra? ¿o estamos imaginando para nuestros futuros un nuevo e inalcanzable Shangri-la? ¿Caben todos los mosaicos culturales, que han persistido y surgido por milenios, en el mismo modelo global?
Estamos obligados a informarnos para tener capacidad de anticipación y poder pasar de las preguntas a las respuestas, de la incertidumbre a una mayor claridad, de las ideas al diseño, del diseño a la acción y porque no tenemos ya derecho a construir espejismos, a ser los nuevos alquimistas, ni el moderno “aprendiz de brujo” que cuenta con la inteligencia artificial de su inmenso poder cibernético.
Nosotros hoy vivímos un momento crucial de la existencia nacional; el pasado, pasado es y el presente se convierte en pasado a cada instante, pero lo que hemos hecho y hacemos en ese pasado, tiene y tendrá influencia decisiva en el corto, el mediano y el largo plazos.
Tal vez más que nunca, ahora que la única certidumbre es la incertidumbre y hoy lo subrayo, por el impacto de la inmediatez de acontecimientos recientes, nuestra apuesta por la prospectiva adquiere características de urgencia.
Porque en los estudios prospectivos se analizan las posibles consecuencias de los actos presentes y se orienta hacia lo que quisieramos lograr o evitar para el porvenir. Nuestro destino no está, como nos dice nuestro himno nacional, “ya escrito por la mano de Dios”. Está sujeto a las acciones que hemos desarrollado y a las que vayamos emprendiendo en el acontecer de los tiempos que corren.
Hoy, cuando la incertidumbre, o las incertidumbres de todos sabores se congregan, se confunden, se amalgaman para hacer más opaco el panorama, cuando la complican temas como las tensión geopolíticas, las espectativas de sustentabilidad o la irrupción de la Inteligencia Artificial, es cuando la razón aconseja analizar con detalle las causas y las consecuencias de situaciones y acciones que podemos deducir o imaginar, todas portadoras de futuro, para dar algunas luces sobre los posibles caminos a transitar; para diseñar escenarios diversos y trabajar hacia los que sugieren mayor bienestar para la sociedad o buscan evitar futuros catastróficos.
Iniciemos la reflexión nacional para diseñar nuestro futuro, para hacer lo que debemos y sabemos hacer, para volver a hacer lo que hemos hecho bien y dejamos de hacer; para ser lo que debemos ser y no lo que otros quieren que seamos o algunos creen que debieramos ser.
Iniciemos esa reflexión prospectiva, mirando siempre al frente, pero sin olvidar al emprender el viaje, nuestro espejo retrovisor.
La incertidumbre compleja que ahora enfrentamos, por ejemplo en el caso de la impartición de la justicia, en el control de la violencia o en la revisión del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, entre otros temas con nuestro vecino del norte; incertidumbre, que ofrece un panorama de enorme confusión, es en palabras sencillas, la falta de certeza o claridad, lo que, siendo una parte natural de la vida que se presenta siempre por causas diversas -falta de información, ambigüedad de los datos disponibles, la imposibilidad de predecir fenómenos naturales o conflictos sociales o políticos, la imposibilidad de mediciones precisas, las dudas de quienes deben tomar decisiones, o las decisiones que se toman sin reflexionar, en fin, las múltiplas circunstancias que complican la visión del futuro, exige esfuerzos importantes de análisis y clarificación, de quienes conocen los temas a debate.
Acontece que, como es el caso de lo que en particular hoy vive la sociedad mexicana en el ámbito judicial, en el tema energético, en lo referente al sistema de educación, en lo relativo a la cultura o al desarrollo científico y tecnológico; al problema de la escacez de agua o a los asuntos relativos al cambio clímático, o los de la violencia y el crimen organizado, o los del comercio internacional, por citar los más sensibles, la concurrencia de situaciones diversas, internas y externas, hacen más complejo y por lo tanto más trascendente, el reto de diseñar el futuro de estas áreas y por lo tanto, de las acciones a llevar a cabo.
Hay, para abordar el diseño del futuro en condiciones de severas incertidumbres, múltiples herramientas: talleres de expertos, modelado de sistemas dinámicos, simulaciones con el “Método Montecarlo”, el “Método Delfos”, los análisis de sensibilidad, técnicas de grupo, juegos de roles, plataformas de colaboración en linea, análisis de riesgos, mapas de escenarios, gráficos de tendencias y planificación, “historias de futuro”, en fin, una amplia metodología que, independientemente de que no sea factible dibujar con presición un escenario, ofrecen la posibilidad de definir un espectro de alternativas que pueden orientar las decisiones.
Por ello, la Fundación Javier Barros Sierra, ha programado un ciclo anual de “Charlas” mensuales entre expertos en esos temas sensibles, invitados a proponer y debatir ideas prospectivas ante el público interesado, que se inicia con esta charla introductoria, seguida de una conferencia sobre prospectiva que dictará en febrero el Doctor Antonio Alonso Concheiro, ex Presidente de esta Fundación y experto en prospectiva, con amplio reconocimiento internacional y continuará con diez encuentros temáticos.
Las deliberaciones que se darán en este ciclo, serán sin duda un faro orientador con focos rojos, amarillos y verdes, para el cauce que seguirán los asuntos a tratar, con la esperanza de que sean útiles para el bienestar, la libertad y la democracia de los mexicanos.
Todo esto, sin pecar de optimistas y sin olvidar desde luego a los poetas, cuando advierten que, como lo dijo Paul Valèry:
“El futuro no será lo que era”
Muchas gracias.
Escrito por:
FJBS Admin